El desgaste de la posmodernidad y el onanismo lírico derivado de la sobreexposición a la experiencia urbana han logrado, juntos, lo que jamás pudieron las neveras repletas de Magnetic Poems ni los insoportables blogs para escritores amateurs: dilatar el umbral del ridículo literario y poner la escritura poética al alcance de todos. Sí, de todos. Ahora un poema urbano promedio, presentable en ateneos, talleres financiados por el Estado o reuniones de colectivos de poesía hiperpolitizada, con chances de ganar algún concurso menor y controlar culitos de reconocible intensidad, es escribible. Y tiene su receta.

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Ingredientes:

  • Un lugar caótico de la ciudad asociado a una escena voyerista.
  • Una alusión a un bar rebuscado, a un restaurante chino o a cualquier otro recinto del entramado underground de la ciudad, contrastada con alguna experiencia de renuncia (el verso deberá incluir un adjetivo altisonante y preferiblemente en desuso).
  • Tres maldiciones sobre artefactos urbanos, domicilios de exparejas o espacios públicos anónimos (la tercera maldición deberá caer sobre una línea de transporte, intervenida por una frase de elevada potencia metafórica).
  • Una orden.
  • Un aforismo.
  • Una acción preerótica hacia un , preferiblemente lejano.
  • Un objeto kitsch de gran tamaño envuelto en alguna acción con consecuencias metafísicas (si revierte alguna de las tres maldiciones anteriores, el poema podría abrirse a suculentas resonancias).
  • Un aquí-ahora nostálgico y de lectura sorpresiva, con al menos una mala palabra que contrarreste el peligro de cursilería, y que dialogue, de modo casi imperceptible, con la escena voyerista del inicio.
  • Otra orden.
  • Una frase cotidiana, preferiblemente doméstica, que quiebre el espacio semántico del poema.

Preparación:

  • Componer los ingredientes en líneas cortas, directas, con falso tono conversacional y desparpajo pretencioso. El orden de aparición debe ser estricto. La anarquía debe parecerse a la tuya y la de tus amiguitos y quedarse solo en el peinado.
  • Picar los versos libremente y sin proporción identificable. Mientras haya más caos en la forma, más escombros de tipografía, más audacia en el interlineado, mejor.
  •  Agregar conectivos y adverbios al gusto.
  • Dejar reposar de dos a tres horas en cocuy.
  • Ensayar la lectura varias veces con voz de proclama y dicción adolorida.
  • Enviar el resultado en una nota de voz de Whatsaap a tres integrantes del colectivo literario más cercano.

Para servir:

Si seguiste los pasos al pie de la letra, obtendrás algo como esto:

En La Vargas una mujer le mama el evo a un tipo
y en El Dragón de Oro tu nombre

inmarcesible

se

disuelve

maldigo esta intersección
maldigo este poste
maldigo este Ruta 5 donde nos hicimos paraíso

guarda silencio

la basura es también una experiencia estética

Me agacho en ti, te desnudo
y pasa The Malandra [1]  atravesando nuestros espíritus

todo aquí se hace mierda,

beso

cemento

miéntele al mundo:

el agua no viene hasta el viernes.

_/-

Pos(tre)data:

El poema, como tú, tiene ahora un absurdo que administrar.

Házlo que suene, poeta.

@zakariaszafra


[1] The Malandra: guagua de culto de las calles de Barquisimeto (Venezuela). Lleva antenas, luces fosforescentes y estampados psicodélicos. Tiene en el guardafango la inscripción: “Reina de la calle” y cubre la ruta expresa hacia Cabudare.