La ciudad violenta y desenamorada no es motivo de regocijo para José Luis Ochoa. Él, que no le teme a la ternura, que se enfrenta al dulzor de la palabra sin complejos, llora como hombre y clama como poeta para limpiar las manchas y tenderlo todo de nuevo. Y dice amor sin sospechas, sin instrumentalizaciones ni eufemismos. Él es, en suma, un poeta valiente que eligió la honestidad mucho antes que la estridencia.
Su mitología íntima se actualiza en la ciudad-sin-amor, esa capital que, más que un territorio, ocupa una experiencia de desolación: Caracas sin amor es terrible/murmura Eros en las habitaciones oscuras/de un hotel sin nombre. Poco importa si es Caracas o Barquisimeto o Maracaibo o Cumaná: es el desamor lo que se inscribe en el decir poético, la soledad que no puede vencerse ni con el auxilio de los dioses.
Dice José Luis: Amor que todo lo trastocas/niño que envías tus dardos/de licores/eres este mal que consume que enajena, para hablar de ese sentir que llega y transforma, que salva y que también pervierte. Y es que el poeta reclama el amor, lo pide a gritos: Tal vez hay desgano hay amargura/tal vez habrá algo de amor único/en la mordedura triste de la carne… En medio de la tribulación cotidiana, de esa “corrupta muerte” que Ochoa denuncia con firmeza, debe haber algo que sobreviva, algo que trascienda la suerte miserable del hombre.
Y lo hay. Y José Luis lo consigue refugiándose en un ritual invisible que lo aísla de toda la desprotección del mundo, de ese manojo de calles sin destino y sin Dios. Su aflicción, poética en todos sus atributos, se vincula con esa otredad vallejiana que habla de los dolores más humanos, de los otros que sufren y han sido arrojados “por la boca sufriente del mundo”. El poeta clama por auxilio y él mismo es capaz de ofrecerlo con el único poder que le fue concedido: la palabra.
El amor, la vejez, el desconcierto, la desolación y el sexo son tramas que se insertan en la ciudad/poesía de José Luis Ochoa, espacio vivo y descarnado donde todas las posibilidades se abren y se concentran. Su obra, plena de dulzura, de lenguaje reposado y febrilidad madura, atesora destellos que reavivan esas incontables aristas —a veces tan malgastadas— de la vida y el amor.
Este el prólogo a la selección que hice de la poesía de José Luis Ochoa para la 7ma Temporada del Stand Up Poetry de Inspirulina. Entra acá para leerlo en su contexto original, así como los diez poemas que conforman la publicación.