Reproduzco aquí una versión alargada de la entrevista que me hicieron las moderadoras de @QueLeer, una cuenta Twitter que cada domingo, con la etiqueta #ConociendoaUnEscritor, le entrega una microversión de la vida de un escritor venezolano a un montón de lectores activos. Cierto día me tocó a mí y así salió la cosa.

 
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¿Qué día nació y en que parte de Venezuela?

13 de mayo de 1987 en Barquisimeto.

¿Qué razón lo motiva a escribir?

El saber que en cada página hay un propósito, un día después para ese alguien ambiguo y fragmentado que soy. En otras palabras, la tranquilidad de hallar un aterrizaje y no seguir dando tumbos en la vida.

¿Para usted “escribir “es una profesión o un hobby?

No puede ser una profesión, porque no la estudié. No es un hobby, porque no me divierte. Para mí es más bien un acuerdo, un pacto.

 ¿Qué es lo más difícil de ser escritor?

Sacar valentía de las limitaciones, reanimarse por encima de las urgencias y corregir los desastres voluntarios, que son muchos.

 ¿Qué le hizo saber que se dedicaría a ser escritor?

Una cierta preferencia (timidez o comodidad) por escribir antes de hablar.

 ¿Tiene alguna rutina para sentarse a escribir?

Solía escribir en las tardes, después de cumplir las lecturas del día. Ahora me trasnocho o aprovecho alguna grieta en el horario. La vida literaria se hace cada vez más líquida y se pierde en el embudo de las contingencias diarias. En todo caso, mi rutina se ha convertido en obligarme.

 ¿Tiene alguna musa de inspiración?

No. Soy del grupo de la insistencia.

¿Cuál o cuáles autores lo inspiraron para escribir?

Andrés Eloy Blanco. Fue el primero que cargó mis inquietudes de posibilidades literarias. Para mí es el “venerable” de la poesía venezolana. Un José Gregorio Hernández atrapado entre la canonización y la brujería. Sea como sea, me hizo el milagro.

¿Cuál es su mayor logro literario?

Renunciar a la grandilocuencia.

¿Cuál es su peor error literario?

La impaciencia, que a veces me empuja a la inmediatez.

 ¿De sus obras cuál ha sido la que más ha disfrutado escribir?

Supongo que la primera, “Quinquenio”, porque no sabía que la estaba escribiendo.

¿Qué está escribiendo?

Dos poemarios y un libro de cuentos, con argumentos más robustos y temas que antes no tocaba (lo urbano, la violencia, la incomunicación).

¿Qué libro le hubiese gustado escribir?

Es un deseo que va mutando. Ahora mismo se me ocurre el de la eterna envidia: Cien años de soledad.

¿Existe el temor frente a la hoja en blanco?

No lo he tenido. Le temo más a la hoja demasiado llena.

¿De no ser escritor qué le hubiese gustado ser?

Jazzista.

¿Los premios son importantes para la carrera del escritor?

Pienso que sí, porque te hacen apetecible para la crítica y te acercan a los pontífices del medio. Pienso que no, porque son obnubilaciones momentáneas que pueden convertirse en estorbos. En cualquier caso hablo con la tapa de la barriga, porque no tengo ninguno.

¿Cuál género no se ha atrevido a escribir?

La novela.

 ¿Cuál autor venezolano actual recomienda leer?

Alberto Barrera Tyszka.

¿Cuál es el libro más preciado de su biblioteca?

El segundo tomo de las Oeuvres melées de Saint-Evremond, un ejemplar de 1706 que está guardado bajo llave.

¿Cómo es su biblioteca, tiene un lugar especial, un sistema para ordenarlos, cuántos tiene?

La mía es una casa-biblioteca. Todos, desde los muebles hasta sus habitantes, viven en torno a los libros. Es una herencia de mi abuelo, un seductor-anacoreta que vivió para la lectura. Hay más de dos mil títulos en esa biblioteca. Intenté registrarlos en un sistema de fichaje digital, pero me agoté en el primer estante.

¿Qué libro no pudo terminar de leer?

2666, de Roberto Bolaño. Era un libro prestado y se me agotó el tiempo aplazando la lectura. Llegué hasta la primera parte y pienso que, de haberlo tenido un mes más, tampoco lo hubiese terminado.

¿Qué está leyendo actualmente?

Algunas experiencias de gestión cultural en ciudades latinoamericanas y un compendio de la obra poética de Silva Estrada.

¿Recuerda con cuál libro se inició en la lectura?

Con El príncipe feliz, de Óscar Wilde.

¿Cuál fue el libro qué dejó una huella en ud?

La insoportable levedad del ser, de Milan Kundera.

¿Cuál es el mejor lugar para escribir?

La habitación.

Un libro para iniciarse en la lectura

Veinte poemas de amor y una canción desesperada, de Neruda.

Un libro para soñar

Ficciones, de Borges.

Un libro para leer en el baño

No se me ocurre nada. Pienso en alguno de microcuentos, ya que la urgencia impera.

Libro de papel o electrónico

Ambos. Al papel nos une el fetiche y la tradición. A lo electrónico los retos del ahora. Conciliar los dos no debe ser un drama, sino un logro inédito para la lectura.

¿Recomienda hacer talleres y cursos literarios?

Sí, muchos, pero con la promesa de no quedarse en ellos. Hay que leer solos, escribir solos y, sobre todo, sacar el pupitre a los autobuses, a las plazas, a las panaderías, a otras habitaciones.

¿Consejos para un principiante en la escritura?

Equivocarse sin perder el arrojo. Desencantarse manteniendo la esperanza. Calcar, asombrarse y borrar.

¿Considera que las redes sociales y el boom de la tecnología ayuda para la promoción de la literatura?

Sí, y estoy totalmente convencido de eso. La tecnología y las redes instauraron una insólita dinámica de proximidad. Es como un inmenso galpón de voces. Todos nos escuchamos, pero también todos estamos desesperados por hablar. El reto es hacerse un lugar en medio del caos.

¿Qué le falta a su obra?

Calle y maestros.

¿Qué tan biográfica termina siendo su obra?

Bastante. Y supongo que es una condena de los primeros años de creación, en los que es imposible zafarse de lo que uno vive y dejar de inventar lo que no se ha vivido.

¿Cómo cierra el ciclo de un cuento para empezar otro? ¿Los personajes no le siguen merodeando en su cabeza?

Hay una especie de alarma biológica que le indica a uno cuándo el cuento está listo y no da para más. Hay cuentos que he escrito de un tirón y otros que me han llevado tres o cuatro años. Los personajes no me persiguen, salvo en ese tiempo en que todo es incierto, inestable.

¿La soledad, el amor, el desamor y la muerte son temas recurrentes en las escritores, en su obra se reflejan estos tópicos?

Sí. Creo que aunque uno intente escapar de ellos, son fantasmas que superan todas las particularidades. Empecé a escribir por el desamor y le estoy perdiendo el miedo a la muerte. Del amor y la soledad me quedan unos cuantos tropiezos por delante.

Lee aquí la conversación resumida en el blog de @QueLeer

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