1.-
En uno de mis tantos escarceos por las páginas de “El aire y los sueños”, de Gaston Bachelard, me tropecé con un texto que podría arribar felizmente a este puerto que hoy conozco, escrito por Zakarías Zafra Fernández, “Blanda intuición de párpados”, una plaquette en la que se desvanece la realidad y el lector es empujado a divagar por varios laberintos oníricos.
El conocido autor francés desliza estas palabras tomadas como un eco del pensador Joseph de Maistre:
“Los muchachos, sobre todo los muchachos estudiosos, y más aún aquellos que han tenido la dicha de librarse de ciertos peligros, son muy propensos a soñar, mientras duermen, que se elevan en los aires y que se mueven allí a voluntad; un hombre de gran ingenio…me decía que en su juventud tuvo con tanta frecuencia tales sueños que sospechaba que la gravedad no era natural al hombre. Por mi parte, puedo asegurarle que la ilusión era en mí tan fuerte en ocasiones, que ya llevaba unos segundos despierto antes de desengañarme”.
No sé con precisión si éste es el caso de Zakarías Zafra en tanto en cuanto se trate de un joven que ha estado frente a peligros, pero de lo que sí estoy seguro es de su tendencia a salirse de la realidad y soñar, con o sin los párpados cerrados, avalado por colores y movimientos que lo elevan y lo han llevado a convertirse en contador de sueños. O en constructor de poemas que son narrados como sueños o en sueños que son poetizados como relatos.
2.-
Viajé varias veces por esta plaquette porque los sueños suelen ser intermitentes, lunares y solares. Es decir, van y vienen con sus diferentes traslaciones, eclipses y mutaciones y se confirman mucho más si las palabras son las que les dan forma y se hacen acompañar de imágenes plásticas perturbadoras, como las que están en las hojas de este trabajo del joven escritor Zafra Fernández.
“Blanda intuición de párpados” es una edición digital de varios sueños, publicada en el año 2014, cuya escritura fue posible entre el 2008 y el 2011, con revisiones hechas durante los años 2012 y 2013. Diseñada e ilustrada por Kimberlys López Colmenares.
El autor literario nos lleva de la mano a encarar a André Breton en una travesía surrealista, lo que confirma mucho más que Zafra Fernández es un impenitente practicante de los sueños como herramientas de construcción literaria desde la visión contenida por estas sustancias que nos hacen parpadear y hasta sobresaltar en varias dimensiones.
3.-
Son diez sueños que a la vez –para quienes no creen en ellos- son construcciones de una clara surrealidad en búsqueda de algún resquicio por donde dejar escapar el acoso de la rutina. Es decir, estamos frente a un juego donde palabras y dibujos procuran la levitación del lector.
“La témpera de los venados”, “El ungido”, “Desvarío causado por la persecución de un hombre un segundo antes de despertar”, “Mar de leva”, “El niño de la cara de lienzo”, “Un huésped en el exilio”, “El frasco de galletas”, “Pozo aséptico”, “Disección” y “Viaje” son los títulos aquí contenidos.
Con ellos el lector se mira en relojes, peces, el collage donde el dominio es un cuerpo con la contextura de las mujeres alejadas de la actual anorexia. Un desnudo clásico atrapado por un pez. Es decir, una composición onírica que se afirma collage en la curiosidad del indagador. Y así, ventanas, puertas, un venado que se asoma, un saco de tela, la máscara de un diablo, un hombre corpulento producto seguramente de un agotador trabajo de gimnasio y la imagen de una gorra militar, que dice mucho. Antifaz y kepis. La voz femenina en abordaje. Ojos, ojos, caracoles, moluscos, los pies de un niño atrapados por un molusco o que nace del vientre de un molusco, pulpo, silla, pelo, viajero con maletín, galletas, un frasco, una estatua, un tren. Ciudades.
¿Y qué ocurre en los textos?, porque los relatos dicen y contradicen.
Sueño y la voz de alguien que pronuncia en arameo la trajinada orden de Jesús ante la tumba de Lázaro:
-¡Tálita cumi, levántate y anda!
El tema de la muerte en medio de alusiones escatológicas. Quien narra lo hace desde la lejanía, desde la frialdad de alguien que no quiere involucrarse sensiblemente.
La lectura implica sacudirse el polvo de la realidad: esa cosa que perturba, estorba a veces. Las pesadillas sirven para construir otro mundo. El de un padre, por ejemplo, perseguido, acosado por alguna culpa. El miedo, la soledad, un disparo, un asesinato. Soldados, un sátiro cuya deformidad enmascarada forma parte de la intriga narrativa. Y, finalmente, el cadáver del padre en una caja de zapatos. Padre diminuto. Militares, una cachucha, la máscara del diablo.
Una afirmación: Zafra Fernández retoza sobre lo que nos acontece, lo que ya es usufructo de nuestra anormal realidad. Alguien, ese alguien, el narrador, hace posible que estemos imbuidos en la confusión.
Juega con el tiempo nuestro autor, los desvaríos en un empalamiento. Y la voz de una mujer que se hace preguntas sobre los deseos de un hombre. El tiempo agota el cuerpo. Lo hace imposible.
4.-
Cada uno de los poemas/ relatos o relatos /poemas anidan en un corpus donde se conjugan los extremos humanos. El fraseo donde el amor y el odio son justificaciones para elaborar textos “malditos”, formas y deformaciones. Tentaciones, el sadismo, la disección del instante en el cuerpo de una muñeca. Y finalmente, el viaje, la muerte, figuras desmigajadas. La locura.
Es decir, he viajado por imágenes. No me ha preocupado la anécdota ni tener a mano la sensación de que alguien me habla desde un lugar y un tiempo. Mi lectura es la reconstrucción de mi propio desvarío.
Zakarías Zafra Fernández es un provocador.
Y yo, desde mi lugar de lector, revelo mi inocencia ante tantas imágenes capaces de provocar el estallido de quien ose entrar desprevenido a su mundo. Entonces, los peligros arriba señalados no los ha sufrido quien escribe, sino quien ha leído, lee y leerá esta creación de Zakarías.
(Texto leído en la Filuc el 12/10/15 en el salón Juan Liscano)