El hombre quiere ser volcán
y dejar más que el suceso después de la lava.
Quiere estallar, derrumbar pueblos, prolongar su erupción hasta la niebla.
El hombre despierta y se erosiona.
El hombre estalla y cambia el paisaje.

El hombre no quiere el ahogo de una sola nube,
no quiere la calma de los balcones de agua en el horizonte
el hombre ígneo
el hombre piedra
puede no despertar nunca
puede renunciar al estallido y dejar el magma como nieve
pero el hombre quiere ser volcán
porque el calor lo convoca
y su contextura está hecha para el incendio

el hombre volcán quiere estar despierto
y fijar su casa en la explosión inaudita
en el fuego que él es
y que en él camina
el hombre volcán no quiere volver a ser hombre, sino estruendo
y la superficie de la tierra lo soporta
y lo enardece

el hombre volcán busca el derrumbe para parecerse a la historia
el hombre volcán busca el reposo y la soledad inmensa
pero solo después de haberse estrenado en la llama
el hombre quiere ser volcán
para ser volumen, hoguera, espejo
y que su vigor sacuda las ciudades
y todo su ardimiento se recuerde en las velas

el hombre quiere ser volcán
quiere que su temblor se anuncie y se vea de lejos
quiere estar a la altura de su fiebre
el hombre quiere ser volcán
para que la noche decaiga ante su aliento de ceniza
y los caminos carguen las piedras que lo proclaman desde el origen

el hombre quiere ser volcán
porque una convulsión incesante se lo advierte
y temen los suelos y quienes los habitan
porque el estallido no acontece sino con días aciagos
y desangramientos de fuego

el hombre quiere ser volcán y no sabe
solo lo presiente el humo que habla
desde él
y antes.