La desgracia comunicacional venezolana ha empujado los límites de las redes sociales hacia lo confesional y lo terapéutico. Estas, dada su proximidad y su aparente evasión de la censura, funcionan como registro de las honduras del ciudadano común: sus triunfos, sus frustraciones, sus esperanzas, sus estremecimientos, sus rabias, sus miedos, sus burlas[1]. Una selección aleatoria de los trending topics de Venezuela será la demostración más elocuente. Los hashtags, motores de búsqueda y adornos de condensación conceptual, medidores de tendencias y extensiones semánticas de lo dicho, pasan de ser aquí etiquetas de metadatos para convertirse en indicadores del caos en el pensamiento venezolano contemporáneo.[2]

 

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  1. #PuebloPresenteOrdenePresidente o los generadores automáticos de obediencia: la política artificial del poschavismo tiene su mejor asidero en los bots de la guerrilla propagandística. Ellos, espíritus informáticos disciplinados, formados en la doctrina de las salas situacionales, generarán falsos debates, pervertirán matrices de opinión pública, duplicarán encuestas y percepciones. Serán los emisarios del país perfecto y, en sus infiernos de captchas y spams, dirigirán los destinos de la patria hipervinculada. Si la disciplina se debilita, la recodificamos. Si la obediencia se pone difícil, la programamos. Gloria al pueblo en línea: esta es la era del nacionalismo bot.

 

  1. #ChavezPartyNightClub o las bondades terapéuticas del bochinche: una de las invenciones más geniales de la sátira virtual venezolana es este aquelarre paraestatal donde se dan encuentro los altos funcionarios del Gobierno, el cuerpo insomne de Chávez, apoderados de la oposición y personajes de la farándula política. Por unas horas todas las identidades se aflojan y se recomponen en este carnaval irresistible que examina la destrucción del país desde el desnalgue. Nadie podrá decir lo contrario. Aquí nos sacudimos la resaca y le hacemos guiños a la crisis. Aquí se le pone musiquita al desastre.

 

  1. #NoAlDecretoImperial o en un tuit todos fuimos Chávez: las sanciones de EEUU contra los funcionarios venezolanos desató una confusa reacción en los polos enfrentados del país. Algunos, apresurados, se fueron por alimentar el antiimperialismo bobalicón de costumbre. Otros, más avezados, consiguieron una excusa más para legitimar sus coqueteos oportunistas con el Gobierno. Aquello de yankees go home lo dijeron muchos y con discursos distintos, y la canastilla del poschavismo se quedó con todos los huevos. La soberanía y la defensa contra el imperio son conceptos que aglutinan barato. Si rechazas la injerencia, “tú también eres Chávez”.

 

  1. #ConcluPDVSA o fdelmirar el fdelpaís desde el fdelrincón: el cierre y la censura de los medios de comunicación ha favorecido a superhéroes periodísticos de la televisión por cable. Ellos, a punta de cobrar los favores con rating, generan en el venezolano desinformado una adicción de miniserie. La realidad del país no solo se massmediatiza: se transforma en producto televisivo del prime time. ¿Dónde se meterá Capriles? ¿Hablará Leopoldo esta noche? ¿Conseguirá Mitzy a Ledezma? Aquí nos encerraron y no nos dimos cuenta: si no lo vio, pues, no lo vio.

 

  1. The Walking Dead o… ¿#A2AñosDeTuSiembra?: el discurso oficial en Venezuela tiene algo de calle oscura y secuencia de horror. Sus líneas de tirantez y necrofilia, ternura e intimidación, están ordenadas para conservar la herencia inmaterial del poder. Mientras tanto la gente allá afuera sobrevive en una tierra de zombis y malandros vivientes; huye de la temporada de muerte que todos los días se estrena en el país. No solo en los canales de suscripción caminan los muertos. El Chumbala Cachumbala es también una política de Estado.

 

  1. Rodner Figueroa o la farándula como pasaporte: para salir del país solo hace falta un decodificador y un plan de banda ancha. Las pantallas nos devuelven el mundo que merecemos, ese que está a años luz de nuestra voluntad. Si viajar es imposible, entrémosle a la realidad desde la puerta grande: hablemos del Óscar, de Luis Fonsi, de Viña del Mar, de Fashion Police, del hijo de Beckham y del Madrid contra el Barsa. La caída va a ser dura, ya lo sabemos, pero no importa. Soñar no cuesta megas. Pongámosle un poquito de oxígeno a la vanidad.

 

  1. Patria o el sustantivo como salón de fiesta: ya no solo son intuiciones que se verbalizan, sino obsesiones convertidas en etiquetas. Y se hizo la palabra y comenzaron el saqueo semántico y el reemplazo. En #Patria cabe cualquier cosa: el orgullo, la apetencia, la especulación, el bachaqueo. La patria es tan todo, tan aquello, tan esto, que cualquiera y ninguno cabe. La patria es un tequeño, una piñata, un estacionamiento. La patria es un salón alquilado sin nosotros.

 

  1. Semana Santa o el asueto que seremos: por fortuna, la agenda de feriados nacionales no ha disminuido y nosotros seguimos invocando el descanso. Halamos las festividades, las alargamos, manoseamos el calendario por mandato de la incertidumbre. Ya pasó diciembre y se esfumó el carnaval. La Semana Santa es la última perla del aislamiento en un trimestre que no ha hecho otra cosa que ponérnosla difícil. No podemos esperar más: bien vale un operativo que nos sacuda la derrota.

 

  1. Roy Chaderton o la versión 2.0 del linchamiento: el que comete una barbaridad mediática tendrá que pagarla en las redes. Ahí se practica la violencia y la cayapa con el amparo del “lado correcto”. Por eso no hay vigilados ni culpables. Solo palos, piedras, perdigonazos verbales que destruyen con la eficacia propia del terrorismo y el castigo de pueblo. El usuario ofendido se inmola en su anonimato con tal de demoler la arroba del culpable. Y el daño es exponencial: viralidad y virulencia.

 

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Este es un ejercicio obligadamente inconcluso. La décima marca es el pensamiento que está por hacerse, el que se construirá en las próximas horas de euforia colaborativa. Cambiarán las palabras, otras cosas se harán tendencia, pero la calamidad seguirá intacta. En las etiquetas del caos cada quien aporta, sustrae, deforma. Cada usuario es un numeral en la onda expansiva de la catástrofe.

Alea hashtag est.

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[@zakariaszafra]

 

[1]El Facebook, socialité por excelencia, sigue siendo fiel a su dinámica de opinión espasmódica y sus contenidos intermedios entre la autopromoción y la basura. El Instagram, repositorio de selfies y otras evidencias movilgráficas del narcisismo, no saldrá de su aislamiento embriagado de filtros. Pero el Twitter, esa neurona gigantesca en la que se hacen operaciones simultáneas y se asocian pensamientos con dinámicas caóticas, pone en juego como ningún otro escenario los grandes dilemas del venezolano. De ahí que haya elegido esa y no otra red para este artículo.

[2]Se utilizó el resumen de Ttven para las primeras tres semanas de marzo. Muchas etiquetas ya cambiaron. El caos también pasa por la inestabilidad de las aspiraciones.