A Ella, que en la balanza anónima de la memoria y en las

horas finales prolonga mi presencia real y mi presencia

ilusoria sobre la tierra.

Juan Sánchez Peláez

Del paisaje

 

El sangramiento de la luz

el sudor hecho casa

el recorrido de un gesto

la mano

la perpetuación

el palpamiento

 

el rastro de dos cuerpos despertándose

 

lo que estrenan

lo que no dicen

 

lo que los atraviesa

 

*

 

Del adormecimiento

Pude levantarme de la nada, aliviar el llanto, reconocer la crueldad de la memoria. Pude prometerte un cuerpo sin fantasmas, uno más ligero para lucir las rasgaduras. Pude dormir en calma, intimar con la lluvia, retirarme de las ráfagas y de la persistencia del temblor. Pude despedirme de esas formas, oponerme al tiempo, saberte como lugar.

 

 

*

 

De la mirada

 

Los amantes se dan la espalda

intentan descubrirse en otros cuerpos

 

¿Dónde se repite el ritual de los desnudos?

¿A quién querrá engañar esta mirada?

¿Sabrá la luz a quién le pesa?

¿Si no es ella la llama

entonces dónde?

 

 

*

 

Del reino

 

Hemos visitado lugares perdidos

inventando la geografía de un gesto

 

¿Qué buscábamos antes?

una tierra un tiempo

¿Vivíamos?

¿Lo sabemos ahora?

 

perdimos un país

pero pasamos la noche palpando un reino

de frontera invisible

 

 

*

 

De la fiebre

 

No veo el fuego.

No lo afirmo, no lo invoco.

 

hay memorias que regresan al sudor

y se encienden.

 

Nos dimos:

por eso arde tanto.

 

 

*

 

De la geografía

 

No cruzamos la tierra para heredar un nombre.

 

Estamos aquí para otras cosas:

 

para decirnos lugar,

extraviarnos menos

 

*

 

Del viaje

 

Tuve que llegar así, quebrado.

Tuve que mostrarte

mis arabescos de labial incandescente

los tatuajes que me hicieron

en muchas islas deshabitadas.

 

Sabes que vengo adolorido

de un país innombrable.

En mi cuerpo hay recorridos, inmersiones,

terribles palpamientos.

Ya no soy bello ni útil como antes.

 

Tú has visto mis estampas lascivas

y mi cautiverio de colores;

la bitácora de excesos y placeres

que me dieron esta disimulada fragilidad.

Esa es mi tímida fortuna

la herencia de mi desquicio.

 

Tuve que llegar así, desnudo

para pedir de tus manos

un memoria nueva

recibir el oro que contienes

admirar la soledad de una grieta.