Los últimos días han puesto al descubierto las extrañas formas de democracia del Gobierno venezolano: disolver el Poder Legislativo nacional, aplazar y suspender elecciones, reprimir y asesinar en la calle. Dictadura, quizás, no sea la palabra precisa para nombrar al monstruo que gobierna Venezuela. Sus métodos son otros: máscara, desorden, malandrismo, desfachatez. Es la ley de azote: el Juanito Alimaña hecho política de Estado.
Más que contra el hambre y la mentira, la gente está reaccionando contra el secuestro del futuro. La consigna es única: «No podemos quedarnos aquí. No es esto lo que queremos».
El Poder armado está derramándose sobre la gente. Todos, dentro y fuera, son víctimas a la vez. La Revolución es sangre, derrumbe y guarida de corruptos. La Revolución se volvió la gran élite de los malos.
El chavismo debe entender que la Revolución Bolivariana fue el gran fracaso de este siglo temprano. Quiéranlo o no, hay que mirar a otro lado. La evidencia es tan grande que es una grosería empecinarse.
La oposición otra vez se pone a la delantera digna con la gente. Se han equivocado mucho, los hemos odiado y criticado. Les hemos puesto el peso tremendo de nuestras expectativas. Nos defraudan y nos hacen creer otra vez. Pero el camino ha sido demasiado largo, demasiado fatigoso para ser mezquinos. La oposición no es ni puede ser la salvación automática, pero es lo único que tenemos.
7 de abril: Atravesamos un país oscuro. La gente aguerrida no pide faros, siquiera reflectores que dibujen el camino. Una velita al menos: una llama que no se extinga.
Estamos frente a un Gobierno quebrado, con la dignidad en default. Estamos ante los estertores de una época. Y eso hay que honrarlo.
7 de abril, otra vez y para que lo sepan ellos: el «Bravo Pueblo» siempre estuvo ahí.
@zakariaszafra
Foto: Horacio Siciliano